Justicia Ilegítima - El Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar





Como he venido describiendo a lo largo de esta publicación, el City Hotel de Mar del Plata, fue sede de la cooperativa de trabajo desde el año 2005 hasta el año 2018, cuando un juez de instrucción, basado en dichos de supuestos testigos y en supuestas llamadas anónimas y sin el respaldo de las investigaciones llevadas a cabo, mandó a allanar, clausurar y detener gente que vivía legítimamente en el hotel, que era su vivienda y sede de trabajo a la vez. La cooperativa estaba conformada como he dado a conocer también, por ex integrantes del Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar, que estuvo activo desde finales de los años 60 hasta mediados de los años 70. 


Para poner los hechos en contexto, veamos un breve resumen de la historia del instituto en el cual basaron la acusación y de su fundador: el señor Eduardo Agustín De Dios Nicosia.
Su seriedad y responsabilidad, su dedicación hacia el trabajo y conocimientos para ejercer su profesión, para la cual se había formado desde temprana edad, le fueron generando un prestigio que pronto se dio a conocer en varios sectores de la capital, y era contratado por instituciones como el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires o ALPI, entre otros. Sus pacientes fueron en aumento y pronto algunos asistentes a sus clases y conferencias, le pidieron que les instruyera en el conocimiento y práctica del Yoga y más adelante, se recibieron de instructores. Ante el incremento de solicitudes de turnos, atención a domicilio y pacientes particulares nuevos y recurrentes, debido a los altos beneficios saludables que obtenían a través de las terapias de yoga, shiatsu y digitopuntura principalmente, trabajo que sólo hacía el Sr. Nicosia, junto con su esposa en ese entonces fundó el Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar.

Fue su padre quien le brindó ayuda monetaria para comprar la sede y  un tío materno le prestó su colaboración como asistente y más adelante, como secretario del instituto. Se elaboró el estatuto formalizando las normas por las cuales se regiría la institución, se constituyeron actas, se nombró la comisión directiva, se legalizó ante Inspección General de Justicia y se inscribió en Cultos, porque a pesar de no ser una institución religiosa, no había otro rubro que se adecuara y era con el que su objeto social guardaba cierta similitud. El instituto era una organización civil sin fines de lucro, que se dedicaba a la difusión del yoga y de la filosofía oriental. Como el lector bien sabe, el yoga NO ES UNA RELIGIÓN y la filosofía oriental es una escuela de pensamiento, como las que también existen sobre filosofía occidental. 

El objetivo por el cual el Señor Nicosia tomó la decisión de difundir sus conocimientos, era para poner orden y alertar al público en general, sobre el rumbo desvirtuado que estaba tomando esta ciencia en el país en algunos “centros de yoga”, a manos de comerciantes que estaban lucrando con el equilibrio y bienestar del ser humano, convirtiendo una ciencia milenaria en una especie de pseudo astrología mística con tintes religiosos fanáticos y por otro lado, en una simple gimnasia física. Como siguen haciendo al día de hoy. 

Pronto, ante la gran demanda de asistentes, se hizo necesario extender el alcance de la institución y se abrieron filiales en varias provincias del país, en Uruguay, Brasil y Venezuela.
En el instituto se daban clases de Hatha Yoga, cursos y conferencias orientadas al bienestar psicofísico del ser humano. Las clases de Hatha Yoga eran pagas, por la sencilla razón de que los instructores cobraban por ellas. No así las conferencias o entrevistas personales que brindaba el Sr. Nicosia, por las que por supuesto se debía pedir turno por cuestiones de orden organizativo. El instituto trabajaba con médicos clínicos, NO CON PSICÓLOGOS.  Era requisito indispensable que el médico evaluara a los asistentes a las clases y determinara si la persona contaba con las condiciones de salud aptas para realizar las técnicas del Hatha Yoga. La sede, las filiales y todas las actividades estaban debidamente permisadas por el Estado, por Ministerio de Cultos y el Ministerio de Justicia a través de todos sus funcionarios y distintos organismos, como por ejemplo la Policía Federal. 

Una enorme cantidad de alumnos pasó por el instituto y muchos llegaban recomendados por sus médicos particulares, ya que era considerada una institución respetable y seria.  

El señor Nicosia mantenía una intensa actividad viajando por las distintas filiales, dando ciclos de conferencias, clases y entrevistas particulares y aún así, gozaba de un prestigio prácticamente anónimo, porque como el profesional ético que era, nunca utilizó la masividad que ofrecen los medios para darse a conocer. Las actividades del instituto se anunciaban por folletería o por el modo de publicidad más antiguo, el del boca en boca y eran bien conocidas por asistentes a las clases, médicos, abogados, profesionales, por organismos estatales y por los vecinos del edificio donde funcionaba. Nada tenía que ver la imagen del instituto con la de las sectas religiosas o de las comunidades hippies. Tal es así, que en ocasión de un viaje a la Argentina de Swami Chidananda Saraswati (Presidente Mundial de la Divine Life Society desde los años 60 hasta prácticamente su fallecimiento) asistió como invitado al Instituto y se entrevistó con el señor Nicosia. Más tarde diría que la forma en que había sido recibido, era la misma que se acostumbra en la India. Como resultado de esta reunión, Swami Chidananda invitó al señor Nicosia a la Divine Life Society en India para formalizar su título de swami, que no significa monje religioso, como suele confundirse, sino que es aquel que dedica su vida al conocimiento de sí mismo. Una vez en India, Swami Chidananda llevó a cabo una ceremonia abreviada, reconociendo así el grado de swami del señor Nicosia anterior a su nombramiento y basándose en su personalidad, lo bautizó como Swami Vivekayuktananda, que significa: aquel que vive unido al discernimiento. 

Estando en la India, el señor Nicosia se enfermó gravemente y fue Swami Chidananda quien lo asistió e hizo atender por un médico de confianza. 

Sin haber recuperado por completo su salud, debió viajar antes de lo previsto de regreso a la Argentina. Uno de los instructores que había iniciado junto a él el instituto, le informaba que la esposa del señor Nicosia junto con el secretario en ese momento, aprovechando su ausencia, se proponían modificar el estatuto. Querían cambiar la comisión directiva removiendo de la presidencia a su fundador  y convertirlo en una especie de templo místico comercial, donde institucionalizar una nueva religión sectaria, en la cual el Sr. Nicosia sería el “dios” y algunos instructores engolosinados con la idea, sus “apóstoles". Esto iba contra todos sus principios y la finalidad para la cual había creado el instituto, que no era mística ni religiosa sino que se basaba en la difusión de forma ortodoxa de una ciencia milenaria. A consecuencia de esta especie de “golpe de estado”, Eduardo Nicosia toma la decisión de cerrar su propio instituto. Su esposa abandonó el hogar aunque no se divorció y se fue al sur del país con su cómplice y amante, con quien formó pareja y tuvieron familia. Recién en el año 2019 y con motivo de la causa judicial armada en contra del señor Nicosia, decide divorciarse. Algunos de aquellos “apóstoles frustrados” a raíz de este cierre inesperado, dieron rienda suelta a su resentimiento al cual alimentaron durante años y finalmente promovieron la denuncia de la causa en cuestión. Aquellos polvos, trajeron estos barros…


En la causa de marras, entre otras muchas calumnias, se acusó al señor Nicosia de tener testaferros y que por ello ponía los bienes a nombre de los demás. Lo cierto es que no poseía bienes, sólo una cuenta bancaria donde guardó los ahorros de años de trabajo junto con quien formó pareja (luego del episodio de su ex esposa) y todo lo dedicó a su familia. No sólo no poseía bienes por sus convicciones personales, sino que por recomendación de sus abogados en aquel momento, no podía tenerlos porque aún seguía casado y debido a la situación irregular en la que quedó su relación, corría el riesgo de alguna demanda o reclamos injustificados por parte de su ex esposa.



Años después y por poco tiempo, dio algunas clases particulares en C.A.B.A. a pesar de su salud que venía decayendo, hasta que ésta se lo impidió. En los últimos años impartía clases vía internet, a gente que se mantuvo en contacto con él a lo largo del tiempo. Incluso en prisión y a pesar de que sus manos ya no le respondían como antes y su cuerpo sufría la imposibilidad de movimiento por su enfermedad autoinmune, alivió el dolor crónico de varios internos del penal mediante digitopuntura, misma actividad que había dado inicio a su trayectoria laboral de manera independiente a la edad de 18 años.


Al momento del allanamiento en el City Hotel, el Sr. Nicosia se encontraba viviendo  junto a su familia y tenía todo el derecho de hacerlo, no por ser dueño del hotel, porque no lo era, pero como familiar, aportaba al negocio los conocimientos adquiridos a lo largo de sus años. Había sido el fundador del instituto que intentó comprarlo en los años 80, convivía allí con su familia, también vivían en el hotel en sus respectivos ámbitos privados, los amigos que había hecho a través de su instituto y que en la actualidad, formaban parte de la cooperativa. 


Por este motivo, el asistente del fiscal (ya que el fiscal del tribunal, Pettigiani, se desentendió del caso y no se presentó un solo día del juicio) y también el juez a través de su sentencia, se refirieron al instituto como “la fachada de un grupo criminal que captaba fieles bajo la apariencia de yoga con tendencias hinduistas”. Cabe destacar que la religión del hinduísmo, nada tenía que ver con el objeto social del instituto y para ser sólo una “fachada” o “apariencia”,  había llevado una intensa actividad de difusión filosófica, enseñanza del Yoga y rendimiento de cuentas al Estado durante sus años hábiles. No queda claro según estos alegatos, cuál era la finalidad de esa supuesta captación. Al parecer el motivo era quedarse con los bienes y dinero de los supuestos “fieles”. La realidad es que no había “fieles” porque tampoco había un “pastor". Quienes con el Señor Nicosia convivían, eran sus familiares y amigos y por ello fueron etiquetados como “víctimas” por parte del sistema judicial. Según reflejaron los medios, en base a supuestas investigaciones y supuestas escuchas, “el líder hacía llamados telefónicos desde el hotel enviando mensajes espirituales”...  Difícilmente se puede decir que los llamados entrantes y salientes, sobre consultas y reservas de hospedaje, de los cuales se encargaba el recepcionista de turno, puedan catalogarse como “espirituales”...


Lo cierto es que el señor Nicosia vivía en un departamento privado del hotel junto a su familia. Jugaba en su PC, a veces con sus hijos en el Xbox o la PlayStation. Jugaba con sus amigos de siempre al truco, escribía, charlaba con algún amigo o conocido vía Internet, escuchaba música, leía, a veces participaba en las clases de música, por ejemplo en las de bandoneón que tomaba su hija, ya que le encantaba el tango, pero sobre todo en las de la profesora de guitarra, con quien había entablado una muy buena amistad, a pesar de que en el marco del juicio oral, ella lo negara. Durante las cenas que compartía con su familia, veía las series y películas que P1 descargaba de Internet e insistía para que viera. Pero generalmente seguía sus series favoritas por Netflix.


Durante los casi tres años que Eduardo Nicosia vivió en el hotel, si utilizó el teléfono fijo tres veces, es mucho. Cuando lo hacía, era para llamar a algún que otro familiar o amigo lejano en la distancia, como era el caso por ejemplo de su médico de cabecera por más de 40 años, o a un médico cubano que le tenía mucho aprecio. E incluso a su dentista de Mar del Plata, con el que habían formado una muy buena relación y a quien incluso invitó a una cena familiar. A veces llamaba o recibía llamadas de sus primos, con quienes hablaban de la familia y le deseaban el feliz cumpleaños en la fecha correspondiente, cuando no pasaban personalmente por el hotel para hacerlo. No poseía teléfono celular porque no veía bien los números y el temblor de sus manos le impedía manipularlo. Se ocupaba de su salud que estaba bastante comprometida. Aún así, trató de aportar algo de ayuda con sus conocimientos de música, para formar un taller cultural musical dentro de la cooperativa, cosa que es bien sabida por los músicos de la ciudad que asistían a dar clases en el hotel y a quienes el señor Nicosia evaluaba y contrataba personalmente. Aunque no formaba parte de la cooperativa y no participaba en ninguna forma de su administración, la entidad lo nombró asesor Ad Honorem del taller de música, porque el señor Nicosia no quiso cobrar por sus conocimientos.
Como ya no contaba con sus ahorros porque todo lo había invertido en su familia, su pareja se ocupaba de su sustento y repartía sus ganancias personales junto con él, al igual que algunos miembros de su familia cercana. No porque viviera de terceros y explotando a nadie como lo acusó la mirada turbia del sistema. Aunque sus funcionarios no lo crean, porque son incapaces de darlo o recibirlo, existe algo llamado amor, afecto, cariño o como cada quien prefiera denominarlo, que es lo que lleva a un individuo a cuidar y proteger a sus seres queridos.

El supuesto líder que ese sistema dibujó, en base a los relatos distorsionados de los querellantes (quienes contando con más de 40 años, y habiendo elegido otros rumbos en sus vidas, aún pretendían que “papá y mamá” los mantuvieran) nada tiene que ver con la personalidad del señor Nicosia. Los bienes y dinero que supuestamente le ofrendaban, no existen más que en la frondosa imaginación de aquellos que lo acusaron. De lo contrario, el hotel se hubiera comprado desde el comienzo y no hubiera costado 30 años de esfuerzos hacerlo.

Los jueces le negaron una y otra vez el pedido de prisión domiciliaria argumentando el peligro de fuga, el riesgo procesal y el contar con contactos y recursos para fugarse. Si así fuera, nunca hubiera ido a prisión en primer lugar. Hubiera surgido cualquier amigote con poder que le facilitara un salvoconducto, le habrían hecho palanca con algún juez, hubiera comprado testigos a su favor y todo aquello que acostumbran a hacer políticos, jueces y personajes religiosos para escapar de la ley.

Si así fuera, hubiera contado con una vivienda para acceder a una domiciliaria y cuando falleció, su hija no hubiera tenido que vender sus propios efectos personales para darle digna sepultura. 


En conclusión. la causa que diseñaron para que se ajustara a la carátula de “trata de personas”, se basó en un instituto que había cesado sus actividades hacía más de 30 años, que no era una fachada, sino una prestigiosa institución que se dedicaba realmente a las enseñanzas y difusión del Yoga.
Como toda institución o emprendimiento, tenía un fundador que era quien poseía conocimiento del tema. Por lo tanto, lo tildaron de “líder”. 

Como el tema en cuestión va orientado al bienestar psicofísico, dando muestras de supina ignorancia el sistema lo etiquetó de “religión”. 

Como anunciaba sus servicios a través de publicidad moderada y por referencias, y a consecuencia de esto llegó a las personas interesadas, se lo etiquetó de “sistema de captación”. 

Como al instituto acudieron alumnos, se capacitó a instructores, se hicieron amigos y algunos incluso formaron familia entre sí, el sistema lo llamó “secta”.

Como el pequeño grupo de amigos que se consolidó, siguió en contacto a lo largo del tiempo, convivieron, trabajaron juntos, se ayudaron y preocuparon mutuamente de que todos contaran con trabajo y recursos económicos, y compartían muchos puntos de afinidad, los llamaron “grupo coercitivo”.

A los hijos, fruto de distintas relaciones familiares, el sistema no los consideró hijos sino, “gente nacida ahí adentro víctima de la captación del grupo coercitivo”.

Como hijos y amigos mantenían una buena relación con los imputados, el sistema los etiquetó como “víctimas de lavado de cerebro”.

Y al fundador del instituto, por mantener relaciones afectivas con diferentes mujeres y mantener amistad con todas ellas, se lo llamó “violador”.


El sistema había creado y mezclado los ingredientes, siguiendo la receta de moda que es furor en Mar del Plata. Habían conseguido la fórmula perfecta para crear un caso de trata.







ⒸKaranaDrakarys2023 Todos los derechos reservados

Comentarios

Entradas destacadas

Mitos y Verdades de la causa "City Hotel"

Justicia Ilegítima - Capítulo 13 - El Origen

Justicia Ilegítima - El Caso "City Hotel Mar del Plata"