Justicia Ilegítima - El Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar
Como he venido describiendo a lo largo de esta publicación, el City Hotel de Mar del Plata, fue sede de la cooperativa de trabajo desde el año 2005 hasta el año 2018, cuando un juez de instrucción, basado en dichos de supuestos testigos y en supuestas llamadas anónimas y sin el respaldo de las investigaciones llevadas a cabo, mandó a allanar, clausurar y detener gente que vivía legítimamente en el hotel, que era su vivienda y sede de trabajo a la vez. La cooperativa estaba conformada como he dado a conocer también, por ex integrantes del Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar, que estuvo activo desde finales de los años 60 hasta mediados de los años 70.
Fue su padre quien le brindó ayuda monetaria para comprar la sede y un tío materno le prestó su colaboración como asistente y más adelante, como secretario del instituto. Se elaboró el estatuto formalizando las normas por las cuales se regiría la institución, se constituyeron actas, se nombró la comisión directiva, se legalizó ante Inspección General de Justicia y se inscribió en Cultos, porque a pesar de no ser una institución religiosa, no había otro rubro que se adecuara y era con el que su objeto social guardaba cierta similitud. El instituto era una organización civil sin fines de lucro, que se dedicaba a la difusión del yoga y de la filosofía oriental. Como el lector bien sabe, el yoga NO ES UNA RELIGIÓN y la filosofía oriental es una escuela de pensamiento, como las que también existen sobre filosofía occidental.
El objetivo por el cual el Señor Nicosia tomó la decisión de difundir sus conocimientos, era para poner orden y alertar al público en general, sobre el rumbo desvirtuado que estaba tomando esta ciencia en el país en algunos “centros de yoga”, a manos de comerciantes que estaban lucrando con el equilibrio y bienestar del ser humano, convirtiendo una ciencia milenaria en una especie de pseudo astrología mística con tintes religiosos fanáticos y por otro lado, en una simple gimnasia física. Como siguen haciendo al día de hoy.
Una enorme cantidad de alumnos pasó por el instituto y muchos llegaban recomendados por sus médicos particulares, ya que era considerada una institución respetable y seria.
El señor Nicosia mantenía una intensa actividad viajando por las distintas filiales, dando ciclos de conferencias, clases y entrevistas particulares y aún así, gozaba de un prestigio prácticamente anónimo, porque como el profesional ético que era, nunca utilizó la masividad que ofrecen los medios para darse a conocer. Las actividades del instituto se anunciaban por folletería o por el modo de publicidad más antiguo, el del boca en boca y eran bien conocidas por asistentes a las clases, médicos, abogados, profesionales, por organismos estatales y por los vecinos del edificio donde funcionaba. Nada tenía que ver la imagen del instituto con la de las sectas religiosas o de las comunidades hippies. Tal es así, que en ocasión de un viaje a la Argentina de Swami Chidananda Saraswati (Presidente Mundial de la Divine Life Society desde los años 60 hasta prácticamente su fallecimiento) asistió como invitado al Instituto y se entrevistó con el señor Nicosia. Más tarde diría que la forma en que había sido recibido, era la misma que se acostumbra en la India. Como resultado de esta reunión, Swami Chidananda invitó al señor Nicosia a la Divine Life Society en India para formalizar su título de swami, que no significa monje religioso, como suele confundirse, sino que es aquel que dedica su vida al conocimiento de sí mismo. Una vez en India, Swami Chidananda llevó a cabo una ceremonia abreviada, reconociendo así el grado de swami del señor Nicosia anterior a su nombramiento y basándose en su personalidad, lo bautizó como Swami Vivekayuktananda, que significa: aquel que vive unido al discernimiento.
Estando en la India, el señor Nicosia se enfermó gravemente y fue Swami Chidananda quien lo asistió e hizo atender por un médico de confianza.
Sin haber recuperado por completo su salud, debió viajar antes de lo previsto de regreso a la Argentina. Uno de los instructores que había iniciado junto a él el instituto, le informaba que la esposa del señor Nicosia junto con el secretario en ese momento, aprovechando su ausencia, se proponían modificar el estatuto. Querían cambiar la comisión directiva removiendo de la presidencia a su fundador y convertirlo en una especie de templo místico comercial, donde institucionalizar una nueva religión sectaria, en la cual el Sr. Nicosia sería el “dios” y algunos instructores engolosinados con la idea, sus “apóstoles". Esto iba contra todos sus principios y la finalidad para la cual había creado el instituto, que no era mística ni religiosa sino que se basaba en la difusión de forma ortodoxa de una ciencia milenaria. A consecuencia de esta especie de “golpe de estado”, Eduardo Nicosia toma la decisión de cerrar su propio instituto. Su esposa abandonó el hogar aunque no se divorció y se fue al sur del país con su cómplice y amante, con quien formó pareja y tuvieron familia. Recién en el año 2019 y con motivo de la causa judicial armada en contra del señor Nicosia, decide divorciarse. Algunos de aquellos “apóstoles frustrados” a raíz de este cierre inesperado, dieron rienda suelta a su resentimiento al cual alimentaron durante años y finalmente promovieron la denuncia de la causa en cuestión. Aquellos polvos, trajeron estos barros…
En la causa de marras, entre otras muchas calumnias, se acusó al señor Nicosia de tener testaferros y que por ello ponía los bienes a nombre de los demás. Lo cierto es que no poseía bienes, sólo una cuenta bancaria donde guardó los ahorros de años de trabajo junto con quien formó pareja (luego del episodio de su ex esposa) y todo lo dedicó a su familia. No sólo no poseía bienes por sus convicciones personales, sino que por recomendación de sus abogados en aquel momento, no podía tenerlos porque aún seguía casado y debido a la situación irregular en la que quedó su relación, corría el riesgo de alguna demanda o reclamos injustificados por parte de su ex esposa.
Años después y por poco tiempo, dio algunas clases particulares en C.A.B.A. a pesar de su salud que venía decayendo, hasta que ésta se lo impidió. En los últimos años impartía clases vía internet, a gente que se mantuvo en contacto con él a lo largo del tiempo. Incluso en prisión y a pesar de que sus manos ya no le respondían como antes y su cuerpo sufría la imposibilidad de movimiento por su enfermedad autoinmune, alivió el dolor crónico de varios internos del penal mediante digitopuntura, misma actividad que había dado inicio a su trayectoria laboral de manera independiente a la edad de 18 años.
Al momento del allanamiento en el City Hotel, el Sr. Nicosia se encontraba viviendo junto a su familia y tenía todo el derecho de hacerlo, no por ser dueño del hotel, porque no lo era, pero como familiar, aportaba al negocio los conocimientos adquiridos a lo largo de sus años. Había sido el fundador del instituto que intentó comprarlo en los años 80, convivía allí con su familia, también vivían en el hotel en sus respectivos ámbitos privados, los amigos que había hecho a través de su instituto y que en la actualidad, formaban parte de la cooperativa.
Por este motivo, el asistente del fiscal (ya que el fiscal del tribunal, Pettigiani, se desentendió del caso y no se presentó un solo día del juicio) y también el juez a través de su sentencia, se refirieron al instituto como “la fachada de un grupo criminal que captaba fieles bajo la apariencia de yoga con tendencias hinduistas”. Cabe destacar que la religión del hinduísmo, nada tenía que ver con el objeto social del instituto y para ser sólo una “fachada” o “apariencia”, había llevado una intensa actividad de difusión filosófica, enseñanza del Yoga y rendimiento de cuentas al Estado durante sus años hábiles. No queda claro según estos alegatos, cuál era la finalidad de esa supuesta captación. Al parecer el motivo era quedarse con los bienes y dinero de los supuestos “fieles”. La realidad es que no había “fieles” porque tampoco había un “pastor". Quienes con el Señor Nicosia convivían, eran sus familiares y amigos y por ello fueron etiquetados como “víctimas” por parte del sistema judicial. Según reflejaron los medios, en base a supuestas investigaciones y supuestas escuchas, “el líder hacía llamados telefónicos desde el hotel enviando mensajes espirituales”... Difícilmente se puede decir que los llamados entrantes y salientes, sobre consultas y reservas de hospedaje, de los cuales se encargaba el recepcionista de turno, puedan catalogarse como “espirituales”...
Si así fuera, hubiera contado con una vivienda para acceder a una domiciliaria y cuando falleció, su hija no hubiera tenido que vender sus propios efectos personales para darle digna sepultura.
Como el tema en cuestión va orientado al bienestar psicofísico, dando muestras de supina ignorancia el sistema lo etiquetó de “religión”.
Como anunciaba sus servicios a través de publicidad moderada y por referencias, y a consecuencia de esto llegó a las personas interesadas, se lo etiquetó de “sistema de captación”.
Como al instituto acudieron alumnos, se capacitó a instructores, se hicieron amigos y algunos incluso formaron familia entre sí, el sistema lo llamó “secta”.
Como el pequeño grupo de amigos que se consolidó, siguió en contacto a lo largo del tiempo, convivieron, trabajaron juntos, se ayudaron y preocuparon mutuamente de que todos contaran con trabajo y recursos económicos, y compartían muchos puntos de afinidad, los llamaron “grupo coercitivo”.
A los hijos, fruto de distintas relaciones familiares, el sistema no los consideró hijos sino, “gente nacida ahí adentro víctima de la captación del grupo coercitivo”.
Como hijos y amigos mantenían una buena relación con los imputados, el sistema los etiquetó como “víctimas de lavado de cerebro”.
Y al fundador del instituto, por mantener relaciones afectivas con diferentes mujeres y mantener amistad con todas ellas, se lo llamó “violador”.
El sistema había creado y mezclado los ingredientes, siguiendo la receta de moda que es furor en Mar del Plata. Habían conseguido la fórmula perfecta para crear un caso de trata.
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